jueves, 30 de mayo de 2013

El Misterio del Dios Ninurta



En la mitología sumeria y acadia, Ninurta era el dios de Nippur, también identificado como Ningirsu y en los escritos más antiguos como Ninib.



En Nippur, Ninurta es uno de la tríada de dioses que incluyen a su padre Enlil y a su madre Ninlil. Aparece representado habitualmente sosteniendo una arco, una lanza y una maza llamada Sharur.
Culto [editar]El culto a Ninurta se remonta a los orígenes de la historia de Sumer. Se le encuentra en una inscripción procedente de Lagash donde aparece bajo el nombre de Ningirsu, “el señor de Girsu”; Girsu era el nombre de unos de los barrios de Lagash.



Ninurta aparece bajo una doble cara en los himnos y alabanzas a él dirigidos. Por un lado aparece como un granjero y dios benéfico que cura las enfermedades y ahuyenta a los demonios, y por otro es visto como dios del viento del sur, hijo de Enlil, el enfadado y celoso dios del aire.



Entre los asirios fue muy popular y varios de sus reyes adoptaron su nombre. Ashur-nasir-pal II le construyó un palacio en la ciudad de su nueva capital Kalhu.



En el sistema astral, Ninurta estaba asociado al planeta Saturno. Bajo sus capacidades como dios granjero, los griegos asociaron a Ninurta con Crono mientras que los romanos lo asociaron al dios de la fertilidad Saturno.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Juicio a los Templarios

Dentro de los Archivos secretos del Vaticano está el pergamino de 60 metros, con todo lo referente al juicio a la Orden de los Templarios

Un pergamino de 60 metros, escrito entre el 17 y el 20 de agosto de 1308, con la confesión de los templarios ante los tres cardenales enviados por el papa Clemente V al castillo de Chinon. Los visitantes podrán recrearse con el pergamino de 60 metros que contiene la confesión que los templarios realizaron a los enviados de Clemente V en el castillo de Chinon.

Aunque la existencia de dicho documento es ya conocida, el pergamino desvela ahora que el Pontífice estuvo a punto de absolver al Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay, y a otros líderes que llevaban en ella desde la adolescencia.

Ninguno aceptó la culpabilidad en su totalidad, pero todos ellos admitieron la negación de Cristo, escupir sobre el crucifijo, la incitación a la sodomía y la adoración a un ídolo. Sin embargo, como todos abjuraron del cargo de herejía fueron recogidos de nuevo bajo la protección del Papa.

Clemente V intentó por todos los medios retrasar con arduas investigaciones el juicio a los templarios, pero la presión del monarca Felipe 'el hermoso' pudo más que las buenas...
intenciones del Pontífice con la Orden y el 3 de abril de 1312 publicó la bula 'Vox in Excelso' donde la Orden del Temple quedó prohibida para siempre.


Con la absolución sacramental de los dignatarios del Templo y el juicio contra la Orden de los Templarios que figuran en un rollo de 60 metros lineales de largo, la absolución sacramental de los dignatarios del Temple llegó en agosto de 1308.
Los templarios ya habían sido juzgados por los inquisidores franceses y había admitido sus crímenes bajo tortura. 

Posteriormente, Clemente V envió al castillo de Chinon tres cardenales encargados de la tarea de cuestionar el gran maestro y los otros dignatarios: Hugues de Perraud, visitante de la Orden, Raymbaud de Caron y Geoffrey de Charny, preceptores de ultramar y Normandía, Godofredo de Gonneville , preceptor de Poitou y Aquitania.

Una vez que había confesado sus crímenes, los cinco hombres se les concedió la absolución sacramental y fueron reintegrados en la comunión cristiana. A partir de ese momento, sólo el Papa podía cuestionar, que les obliga a su testimonio, como una cuestión de hecho, retractándose habría hecho relapsi, es decir, aquellos que han repetido los crímenes que habían cometido antes de ser dado de alta. Y el castigo para el relapsi fue la muerte por la quema en la hoguera. 




Templarios ante los jueces: 

el juicio contra la Orden en suelo francés. 


Después de haber anulado todas las investigaciones anteriores llevadas a cabo por la Inquisición francesa contra los templarios (que había sido detenido por orden del rey francés Felipe el Hermoso), el Papa Clemente V tomó el juicio contra la Orden en sus propias manos.

Desde el día de la detención de los templarios franceses (Viernes 13, 1307), Clemente V había intentado por todos los medios posibles para contener los objetivos del rey: por preventivamente con los Caballeros del Templo detenidos, dondequiera que estén, por lo tanto tomando parte de las autoridades seculares (22 de noviembre 1307); al anular todas las actuaciones llevadas a cabo por la Inquisición francesa y los hombres del rey y, finalmente, mediante la descarga de setenta y dos caballeros y los cinco altos dignatarios.

¿Habría sido capaz de evitar la condena de la Orden, algo que el rey francés quería a toda costa?
Desde la supresión del Templo, Felipe se a reunido nada más que de ventajas: la gran deuda que había contraído con los Templarios, los banqueros de la Corona de Francia, que han sido eliminados y, además, habría finalmente, lograr hábilmente la confiscación de la riqueza de la rica y poderosa Orden. 
El juicio se inició formalmente el 22 de noviembre 1309 y la defensa de los templarios se convirtieron cada vez más fuerte, sin embargo, en ese momento, el rey intervino magistralmente boicoteando el proceso. 
El 11 de mayo 1310, el arzobispo Felipe de Marigny, uno de los hombres de mayor confianza de Felipe y un miembro de su Consejo, convocó al consejo provincial de su diócesis en París, condenando así a cincuenta y cuatro Templarios que se encontraban en su jurisdicción como relapsi, ya que el investigación diocesana había confirmado las confesiones que habían hecho tras la detención en 1307, a pesar de que se había retractado ante el comisario papal.

Después de los cincuenta y cuatro fueron quemados, los templarios, aterrorizado, tiraron la toalla: entre noviembre y junio de 1311, casi un tercio de los Caballeros de seis centenares de forma espontánea se presentó ante los jueces, sólo para confirmar lo que había declarado en anteriores testimonios. 
Retractándose, lo que significaba la muerte. 
Los testimonios de dos centenares de testigos falsos, teniendo en cuenta al mismo tiempo la contradicción y el deseo de frustrar la defensa de la Orden, están contenidas en el rollo de pergamino es de casi 60 metros lineales.

 
La maldición del Gran Maestre

"Clemente, juez inicuo y cruel verdugo, te cito a comparecer ante el tribunal de Dios en cuarenta días y a ti, Philippe, antes de un año" 

(Fr.+.Jacques de Molay, Gran Maestre)

"La justicia no se hizo esperar"

Clemente V (Bertrand de Gott o Goutt), natural de Villandrán, Gascuña. Murió de diarrea en la noche del 19 al 20 de abril de 1314, dentro de los cuarenta días de la muerte de Jacques de Molay. Lo dejaron al cadáver abandonado y desnudo toda la noche. Luego durante el velatorio cayó una vela que incendió el catafalco, carbonizando medio cadáver.

En 1577 los calvinistas entraron en Uzeste, destrozaron su tumba, quemaron sus restos y aventaron sus cenizas.

Felipe IV "el Hermoso", rey de Francia. Murió de fiebre y remordimientos el 29 de septiembre de 1314, dentro del año de la muerte de Jacques de Molay.

Su muerte sobrevino por fiebre y gangrena de heridas ocasionadas por caída de su caballo durante una cacería a causa de un jabalí.
Luis X Hutin (también llamado el querellante o pendenciero) Hijo mayor y sucesor de Felipe el Hermoso. Murió envenenado el 5 de junio de 1316.
Felipe V le Long, el largo. Segundo hijo de Felipe el Hermoso. Murió el 3 de enero de 1322 en medio de horribles sufrimientos, maldecido por el pueblo a causa de los crecidos impuestos.

lunes, 27 de mayo de 2013

Origen de la Orden del Temple

"Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno."

Año del señor de 1118. Los cruzados occidentales gobiernan Jerusalén bajo el mandato del Rey Balduino II. Es primavera y nueve caballeros, con Hugo de Payns a la cabeza, y a similitud de los ya existentes "Caballeros del Santo Sepulcro", fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de la ciudad. Han nacido los Templarios.


El primer Maestre (que no Gran Maestre, como se repite a menudo erroneamente) Hugo de Payns, nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1080. Con una sólida educación cristiana y un habil manejo de las armas, sintió desde muy joven la misma vocación de monje que de soldado. 


Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de haber cumplido los veinte años, enrolado quizá entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano de Felipe I, Rey de Francia.Es durante dicha cruzada de desbordante fe, cuanto el joven Hugo se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, no tardó en encontrar otros ocho compañeros que participaran de su ideal y concepción de la vida. 



los nueve fundadores



Es significativo señalar la donación por el Rey Balduino II de Jerusalén como sede para la nueva orden, y de ahí su denominación, de la mezquita blanca de al-Aqsa, del Monte del Templo. Creo necesario indicar que en la época, se identificaba dicha mezquita como el emplazamiento exacto del Templo de Salomón (hoy se sabe que era mucho mayor, y que la mezquita ocupa solamente el atrio de dicho templo), y por ello no es facilmente explicable como a una recién fundada "policía de caminos" tal era la función principal de los Templarios en sus comienzos, se le fuera donado semejante emplazamiento, donde cabían sobradamente varios millares de caballeros, teniendo en cuenta que solo eran nueve hombres. 


                                             


El Templo de Salomón


Un hecho que también contiene una cierta dosis de misterio, es que estos primeros caballeros no admitieron a nadie más en la recién creada orden, durante los nueve primeros años de existencia. Algunas especulaciones relacionan esta decisión con una excavación secreta que llevaban a cabo en los sótanos del Templo, donde pudieron haber buscado el Arca de la Alianza, tarea de la cual solo unos pocos elegidos habrían tenido conocimiento.

Así pues, parece ser que durante los primeros nueve años, los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que proteger a los peregrinos, sobre todo en el peligroso camino del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén. Sin embargo, a pesar de su valor y abnegado servicio, no consta que participaran en las campañas de los reyes del nuevo reino cristiano desde el fin de la Primera Cruzada, lo que refuerza la hipótesis anteriormente citada y defendida por algunos historiadores, que les tendría ocupados durante largo tiempo. De todas formas, esto sería entrar en el terreno de la mera suposición.


Un siglo más tarde, el historiador Jacques de Vitry, describe de esta extraordinaria manera lo que fue el origen del Temple: 
"Ciertos caballeros, amados por Dios y consagrados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caballería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nueve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos seculares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles."


En 1127, el Maestre Hugo de Payns, una vez obtenida la aprobación de los Templarios por el Patriarca de Jerusalén, preparó un viaje a Roma con el fin de obtener una definitiva aprobación pontificia, y que de ese modo el Temple se convirtiera en Orden militar de pleno derecho. Balduino II, regente de Jerusalén, escribió al entonces Abad de Claraval, Bernardo, para que favoreciese al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.


San Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de la Orden monacal del Císter en Francia, era a sus veinticinco años una personalidad espiritualmente arrolladora, activísimo trabajador, que funda numerosos monasterios, escribe a reyes, papas, obispos y monjes, redacta tratados de teología, está siempre en oración y batallando a los enemigos de la fe romana. Tenía además, dos pariente próximos entre los nueve fundadores del Temple (Hugo de Payns y Andrés de Montbard, que era su tío), por lo que parece probable que tuviese ya noticias de la fundación de la nueva agrupación de monjes-soldados. Así pues, como esta nueva Orden colmaba su propia idea de sacralización de la milicia, recibió con todo entusiasmo la carta del rey Balduino y se convirtió en el principal valedor del Temple. 

Por el momento, los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo fue gestionar a favor de su pariente Hugo de Payns y los cuatro templarios que le acompañaban, una acogida positiva y cordial por parte del Papa Honorio II, a quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma. De acuerdo con la propuesta de Bernardo, en la primavera de 1228, se celebró un concilio extraordinario en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: dos arzobispos, diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de otros personajes eclesiásticos, todo ello bajo la presidencia de un legado papal, el cardenal Mateo de Albano.

El hábil abad Bernardo, que de una manera u otra estaba vinculado a la mayoría de los asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, y luego supo responder con prontitud a todas las preguntas que le fueron formuladas. El Concilio de Troyes, tras varias semanas de interrogatorios y deliberaciones, aprobó a la Orden del Temple con entusiasmo, como una especie de institucionalización de la Cruzada. De esta manera quedó establecida "oficialmente" la Orden del Temple. El concilio pidió a los nobles y a los príncipes que ayudasen a la nueva fundación y encargó a Bernardo de Claraval que redactase para una Regla original para los Templarios. 

La decisión de San Bernardo fue la de adaptar al Temple la dura Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden militar organizó su vida monacal. Los Templarios, en cuanto monjes en sentido pleno, debían pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de contribuir a la conquista y conservación de Tierra Santa, para lo cual, si fuera necesario, darían gustosos la vida.